lunes, 9 de agosto de 2010

Desde Mendoza...

Gracias Ale!!

2 comentarios:

Virginia Edit Perrone. dijo...

Te obsequio, a préstamo y en comodato, una sencillez de mi autoría, Hombre descreído de todo menos de los cafés humeantes, y de las complementareidades.
Si te molesta, estás a tiempo de eliminar este cafetear mío.
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***La historia del café con leche**

No conozco la historia del café con leche, no sé si alguien la conocerá. Mientras tanto, entendiendo que las cosas importantes no pueden carecer de una historia y un sentido, se me ocurre imaginar su principio.
Supongo yo que en el Mundo entero había tardes de otoño o de invierno y mañanas de todas las estaciones con tazones y tazas huérfanas de algo.
Algo que, en ocasos de trabajo o de ocio compartido o solitario, la gente anhelaba.
Entre tantos brebajes humeantes, había uno que nadie había inventado.
No eran los potentes chocolates, ni los prolijos tés con leche, ni era tampoco el cafecito confesional que acompaña las madrugadas de descontar o de contar la vida.
Algo reclamaban los árboles de otoño o las calles heladas del invierno detrás de las ventanas, algo, las cocinas familiares o amicales de hornallas encendidas, algo, también, las bocas desbocadas por el hambre de las mesas que no tienen con qué tenderse.
Algo siempre es más que todo. Todo suele ser nada. Todo no entra en una panera, ni en un corazón ni en una taza.
Todo es lo inapresable, lo imposible, lo que siempre nos deja en la verdadera soledad.
Algo es lo que entra en nuestra taza expectante, lo que se calienta en la hornalla de nuestra cocina, lo que entra sin invasiones en nuestros corazones. La gente anhelaba algo, eso que es sesgo, que humea, y que deja espacio para lo demás. Y si lo demás no estuviera, algo siempre es suficiente.
Entonces siguiendo este sabio concepto, la gente se puso a buscar el brebaje algo, ése que no fuera tan potente como el chocolate pero lo mismo de humeante, que no fuera tan concentrado como el cafecito confesional pero lo mismo de confesional, que no fuera tan prudente como el té con leche pero así de tranquilo.
Ese algo debía ser mucho en las bocas desbocadas por el hambre y en sus estómagos.
Y buscando este brebaje algo, que no es todo pero es suficiente, la humanidad entera, en un concierto de hallazgo y a la vez de resignación jubilosa, descubrió el Café con leche, éste que humea a mi lado y me recuerda tantos otros compartidos, y que ahora me dicta y acomoda mis dedos en el teclado.

**de "Decires (Breves Ensayos Poéticos en prosa)."**

PD: lo dejo acá porque la taza de Ale es la que más me gusta para mi cafetear.

Salutti,
original idea.
Una idea que aloja.

Virginia.

Ale dijo...

Pero que bella taza me encuentro por aca!!! jajaja
Muchas gracias Bortol!!!!!!!!!!!!